Mi amiga N. me ha invitado a su cumpleaños la semana que viene y me ha pedido que le regale la tarta. En un alarde de confianza en mí sin precedentes me ha propuesto que sea esta tarta:
A Alma, la chica de Objetivo Cupcake, le sale de maravilla porque es un crack de chica, pero a mí... No sé yo si... En fin. Que ya me he comprado mi boquilla 1M de Wilton y el lunes voy a por colorantes. Creo que voy a hacer el bizcocho de Red Velvet, que sale de rechupete.
Por cierto,
Anita ya ha hecho esta tarta y el resultado ha sido increíble.
También quiere hacer Cakepops para el cumple, y ya tengo la cobertura celeste, los palitos y las bolitas.
Todo esto y la ayuda del mejor pinche que pudiera desear, no puede acabar más que en triunfo absoluto.
El cumpleaños de N., tal y como dice ella, va a ser algo más que un simple cumpleaños. Quiere que sea algo parecido a una boda consigo misma. Cuando me lo contó me pareció una idea genial; llegada una edad en la que ya no tienes que cumplir con los objetivos de triunfar profesionalmente, casarte y ser madre, por fin puedes respirar y decir "ésta soy yo a los 40: soltera, independiente y madre de dos gatos. Se acabó la presión. Me caso conmigo misma". ¿Acaso no es una idea brillante? Casarse uno consigo mismo, con la única persona capaz de aguantarte porque te conoce y te ama desde siempre. Tomo nota.
Me dijo que podía ir vestida de princesa si me daba la gana, porque al no ser ni un cumpleaños ni una boda, tampoco se puede concretar mucho si hay que ir de etiqueta o no, así es que libre elección y fantasía, por favor. Yo ya le advertí que me avisara a tiempo si era una broma, porque si no, me planto en la fiesta con un vestido rosa de tul y encajes y una corona en la cabeza. Vaya! con las ganas que tengo yo de vestirme de princesa!