jueves, 3 de noviembre de 2011

Brownies, libros y matemáticas.

Y éste es el resultado de una tarde de domingo en la que no apetece calle ni gentío.
Sí, Tula ha vuelto a meterse en la cocina con ganas de ensuciar, revolver, desordenar, limpiar y volver a ensuciar. ¿Acaso es ésa la prueba definitiva de que ha firmado la paz consigo misma y de que por fin ha vuelto todo a la normalidad?
No, es posible que ése no sea un motivo suficiente. Quizás es que simplemente se ha hartado de comer sandwiches y yogures.
Pero, ¿y si os digo que también ha vuelto a disfrutar de las tardes en casa sin nada más que hacer que ver una peli arremolinada en el sofá saboreando una copita de vino?
Hombre... Es que empieza a hacer frío en la calle.
Ya, ya, Pero es que también ha vuelto a leer.
Aja!, Eso ya es otra cosa.

Pues sí, queridos lectores, seguidores, mirones y otros transeúntes de este caótico blog: Tula ha vuelto a leer. Después de más de un año sin ser capaz de disfrutar de la lectura o sólo del simple hecho de tener un libro entre las manos, después de más de un año dispersa, incapaz de mantener la atención más de 10 minutos en nada, Tulita ha descubierto que quiere volver a ser ella y a hacer lo que le gustaba, sobre todo leer.

Pero siempre hay una causa. Siempre hay un por qué...

Érase una vez un señor muy listo, irritantemente listo, muy alto, soviéticamente sobrio, educado y muy guapo, aunque algo taciturno, lo cual, lejos de restarle encanto, despertaba el interés de aquéllos que se cruzaban con él. Los cajones de su casa siempre estaban llenos de números grises, ecuaciones inconclusas y abstrusas fórmulas, pero los de su corazón rebosaban letras. A menudo, mientras ejecutaba, escribía, resolvía y calculaba de modo automático, soñaba con la idea de que algún día entrara por la ventana un ejército de palabras esdrújulas, yuxtapuestas y parasintéticas que lo sacaran de allí y se lo llevaran volando muy lejos, a otros mundos, a aquéllos sobre los que tantas veces había leído a lo largo de su vida; deseaba ser rescatado por novelas, ensayos, biografías... pero sobre todo, por cuentos. 
Después de un largo día de trabajo lo que más le gustaba era coger su bici y pasear por la ciudad, pensar sin hablar, ver sin mirar y dejarse llevar sin más. Uno de esos días paseaba él absorto y contrariado por las primeras páginas de su recién comenzada lectura, Chesil Beach, de Ian McEwan; la idea de amar a alguien a quien no soportas tocar ni que te toque le resultaba turbadora. Cuando apenas empezaba a atardecer se percató de que había ido a parar a un barrio absolutamente desconocido para él; estaba perdido. Giró sobre sí mismo intentando encontrar una pista que le anunciara cómo volver a casa, pero nada, todo para él era nuevo. ¿Cómo había podido despistarse tanto? Se encontraba justo en la puerta de un parque que le pareció sugerentemente inquietante. Pensó que ya que estaba allí lo mejor sería adentrarse en él, relajarse e intentar orientarse. No tardó más de 10 minutos en llegar al final, y seguía sin saber cómo demonios regresar. Al lado de la salida, sentada en el último banco del paseo central, una chica abrazaba un libro encogida por el frío, mirando fijamente al suelo. Vestía de una forma extraña, simpática, y sus gafas eran tan... peculiares... Pensó que el banco era lo suficiente grande como para sentarse a su lado sin incomodarla. Bien, necesitaba descansar. Apoyó la bicicleta con cuidado en el árbol más cercano y se sentó en el banco mientras musitaba un tímido "buenas tardes". Ella respondió casi sin despegar la vista del suelo. Parecía triste. Él necesitaba salir de allí y quizás ella le pudiera ayudar. ¿Y por qué no? Se volvió con suvidad hacia ella y le explicó brevemente su situación. Ella sonrió al descubrir la primera de una serie de casualidades que irían descubriendo más adelante. También se había perdido en aquel barrio sombrío, llevaba toda la tarde dando vueltas y por fin había conseguido orientarse. Tras una agradable charla la chica le explico cómo volver a casa, pero no sin antes aconsejarle que se quedara un rato más sentado en aquel banco disfrutando del sencillo placer de observar a la gente que pasaba por allí, tan deliciosamente pintoresca. Ella, sin embargo, ya se había aburrido y se disponía a regresar a casa, aunque quedaron en volver a verse. 
Un par de semanas después se encontraron en otro barrio de la ciudad menos inhóspito. Charlaron, rieron, pasearon y descubrieron que les unía una misma pasión: la lectura. Él leía mucho, aunque ya no disfrutaba como antes. Ella hacía meses que no tenía ánimos para leer nada, pero aún así lo echaba profundamente de menos y siempre llevaba consigo un libro por si acaso. No pudo evitar contagiarse de la pasión de él al relatarle sus últimas lecturas; cuando hablaba de libros le brillaban los ojos. Hicieron un trato: cada cierto tiempo elegirían un libro, se darían un plazo para leerlo y después lo comentarían. Quedaba oficialmente inaugurado su propio miniclub de lectura. Empezarían por Monzó y después ya verían. 
Ella pensó que quizás no estaba tan mal caminar sin rumbo de vez en cuando y dejarse desorientar por el azar. Él, seguramente, pensó algo parecido. 
Ella se llamaba Tula, una chica rara, descarada y malcriada.
Él se llamaba, pongámosle, Mr. A, el matemático ciclista nihilista.  

Y colorín colorado...

15 comentarios:

  1. Qué bonita historia! así cualquiera vuelve a leer aunque sea después de un año. Me encantan esas casualidades... espero que el club de lectura ofrezca muchas más historias como esta. Suerte!

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  2. Tulita cocinera! que buena pinta tienen!!! un beso. RUBY

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  3. No dejes escapar al matemático! Lee!
    Bss,Carmen

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  4. MMMMM...!! eso es turrón!!! qué pinta más buena.
    Me alegra mucho que hayas recuperado el ánimo por la lectura. A mí me pasa que soy muy nerviosa y a veces avanzo la lectura sin ton ni son de puro nervio, me gusta leer pero me resulta muy dificil e igual que tú la concentración. Espero que algún día un matemático tan interesante y listo como el que nos cuentas me discipline mejor en la lectura.
    Sigue disfrutando, pierdete en las páginas y pasa más por la cocina (está claro que se te da bien).

    Besitossssss!!!

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  5. Oiga! No sé si me ha llamado usted hoy. Estaba ladrando a mi profesora de alemán porque me expulsan del curso de refuerzo oral por irme a París. ¡Malditos!
    Me he quedado sin probar los brownies con esa propiedad tan peculiar y escatológica que no merece la pena mencionar aquí. Y ya no la veo, señora Malcriada, hasta como pronto pronto el martes. Entonces le comentaré este texto, pues tengo un par de apuntes (privados) que hacerle y no vaya a ser que me lea el camarada en cuestión.
    (Podría seguir siendo repelente y mandarte ósculos o decirte que te abrazo con paráfrasis de esas que incluyen los pronombres al final, pero recurro mejor a lo de siempre. ) Mua! ;)

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  6. Ooooooooooohhhhhhh
    Bonica historia .
    Te recomiendo " la delicadeza" , historia de amor para raras como tu .
    Y como yo

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  7. ohhhh! invitame a uno de esos, que hambre me estas dando, ñañañañaña. Por cierto, que cuando quieras repetimos y vamos a tipos infames ;). Dice Anita que si te propongo ir a tipos infames que me pones un monumento o algo así...Y por probar que no quede ;).

    Un besote!

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  8. Huummm, adoro el otoño y esas tarde con un buen libro y disfrutar mientras el tiempo pasa. La historia preciosa. Y los Brownies una pinta exquisita. Feliz finde

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  9. Cada vez me caes mejor, lista, seguro que guapa...haces brownies...lees,,,,ajajjaaj!todo un fichaje!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!porque no soy tio que sino...te lanzaba piropos!
    jajajaja
    Unbesazoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

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  10. Preciosa historia, me ha encantado!!

    Bss
    vistetedeseda.blogspot.com

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  11. Norma dijo...
    Uy uy...ese matemático explorador de jardines me suena de algooo.

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  12. Somos un grupo de tres amigas que te leemos desde Las Palmas. Estamos enganchaditas a tu blog casi desde el principio pero nunca habiamos escrito. En esta ocasión el comentario comun de las tres ha sido que nos encantaría tener a alguien que escribiera así de bonito y con tanto cariño de nosotras. Cuando hablaste de R. o cuando hablas de otros amigos siempre consigues emocionarnos y pensamos, qué buena suerte tienen tus amigos de tenerte cerca. Nosotras andamos lejos pero no dudes en avisarnos si alguna vez vienes a la isla. Nosotras estaremos encantadas de conocer a nuestra querida Tula.
    Más tarde te escribo un privado.
    Muchos muchos besos de Nely, Cris y Yaiza.

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  13. Tula;
    El brownie tiene una pinta... deliciosa. Me alegro mucho que te encuentres bien, es lo que tiene el otoño y la llegada del frío que a mí me encanta.
    Me encanta cómo eres. Sigue así. Que aunque no deje muchas puntillitas, ahí estoy.
    Besos

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  14. Preciosos brownie, divina historia...
    ¿Esperanza? ¿ánimo color miel y sabor chocolate?
    Espero que sí.
    ¿Habrá más capítulos de 'descalzos en el parque'?

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  15. Tula, no solo has vuelto a lee, también has escrito en serio, la forma en que has relatado tu reencuentro con la lectura me ha encantado y además hablas de un matemático que también tenía problema para volver a las letras, me ha parecido una maravillosa simbiosis.
    Me alegra encontrarte tan renovada y que bien cocinas, uhhhhhhmmm, deben de estar buenísimos.
    Un beso.

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