lunes, 9 de enero de 2012

El peor cuento de la historia lírica.

Antes de Navidad, en el curso de escritura nos encargaron la tarea de escribir un cuento de Navidad en estilo lírico y no narrativo (lírico según Cortázar). Lo mío nunca ha sido escribir sobre un tema previamente establecido; a mí se me da mejor escribir sin un objetivo ni tema claro. Así es que la cosa se me complicaba: Navidad y lírica. 

26 de diciembre, sola en una casita en medio del campo, sentada en una mecedora frente al fuego y con una copita de buen vino en la mano. Media tarde, media luz. Éste fue el resultado:

Tula Malcriada
La música, las risas, las luces tan brillantes como irritantes. Entras. Te acercas a mi espalda. Te presiento.

Estoy en un rincón de la habitación hablando con cualquiera.
Y sin embargo, sola. Sola de alma, como he estado siempre desde que te fuiste. La soledad del alma siembra brotes de indiferencia en el corazón de los despreciados. Quizás por eso es que no soy capaz de reaccionar al girarme y tomar concienia de tu presencia después de tantos años. La indiferencia me impide abandonarme a la dicha de volver a verte, lanzarme a tu cuello y llorarte al oído tequieros oxidados.
Te he echado tanto de menos...

Mi cuerpo inerte hunde aún más los pies anclados sin esperanza al suelo, los brazos tristes a los lados, la mirada gris intentando disimular el desorden que tu sonrisa torcida provoca en mis entrañas.

- Feliz Navidad - susurra tu boca. Fonemas cargados de memoria y arrepentiento.

Alargas tu mano. Ante la inminencia del contacto físico (tantos años añorado), mi cuerpo retrocede espantado sin que mi voluntad pueda apenas intervenir.

Te empeñas en no advertir mi respuesta muda y continúas tu monólogo:

- Ha pasado demasiado tiempo, no crees? Todo ha cambiado: la situación y yo. Por fin.

Dirijo la mirada al suelo y me agarro las manos. Froto mis dedos frenéticamente, con desesperación, como queriendo arrancar el rencor que desde hace años me ennegrece la piel.

Sola de alma, como he estado siempre desde que te fuiste.


Nochebuena. No se te ocurrió otra fecha mejor para abandonarme. Cualquier otro día hubiera sido igual de doloroso, pero no hubiera sido el día en el que parece que todo el mundo se pone de acuerdo para festejar mi infortunio.
Nochebuena y un reproche.
Nochebuena y una súplica.
Nochebuena y un portazo.
Las doce. Misa del gallo. Una botella de whisky y un bote de lágrimas calmantes.
Ni siquiera sabes que el día de Navidad me cantaron villancicos las lúgubres enfermeras de algún hospital sombrío de esta ciudad infecta.

De la Nochevieja sólo recuerdo sonidos y perfiles. El pánico de una sirena urgente trastornando las últimas notas sangrantes del Lonely Day de System of a Down. (¿Te acuerdas?) El resto me lo cuentan mis muñecas a diario.


Año tras año tengo que repetirme que tú no vales tanto, es más,  no vales nada. Que ni siquiera eres mi tipo, que no sabrías hacerme feliz. Que me traicionarías una y mil veces porque no eres de fiar. Que no me interesas. Que no me convienes.


Y sin embargo, tiemblo. Tiemblo y temo a mis ojos cobardes y cansados de esperar. Se presienten lágrimas.


Podría decirte todo esto y muchas cosas más. Escupirte la realidad, la mía y la nuestra, a la cara. Podría decirte que te odio, y que cada Nochebuena te amo aún más. Pedirte que desaparezcas para siempre y que no vuelvas a irte. Podría confesarte que aún suspiro corazones entre los sonidos de tu nombre.
Podría.

Mas no haré más que lo único que te mereces.
Silencio...


We Heart It
Lo leí en clase el lunes pasado, y a mis compañeros parece que les gustó (o eso, al menos, fue lo que dijeron), pero la cara de la profesora, os lo juro, era todo un poema. Me dijo, ojo al dato, que era un texto cargado de tópicos y de frases que podrían aparecer en cualquier bolero o en canciones de Pimpinela. 
Sí, eso me dijo.

Yo, una vez vencido el orgullo, reconocí y agredecí (interiormente) la crítica, porque creo sinceramente que es así como realmente llegaré a aprender y a perfeccionar mi forma de escribir. Eso sí, procuro no cambiar mi estilo ni mi esencia, que difieren notablemente del estilo de mi profesora. Por eso mismo entiendo que seamos críticas la una con la otra y que muchas veces nuestros puntos de vista sean diametralmente opuestos. Pero eso, señores, es lo que enriquece y cultiva al ser humano. Así es que ojalá que mi profe siga siendo igual de ácida con respecto a mi trabajo.

Yo suelo ironizar y dar toques de humor a mis textos, lo que a veces los convierte en caricaturas de mí misma, y es por eso que me siento orgullosa de los otros textos, los raros, los serios, los que más me cuesta escribir. 
No será mi mejor escrito, pero a mí es uno de los que más me gustan.

Que tengáis una semana genial.

6 comentarios:

  1. Pues a mí me ha gustado mucho!!!!

    ResponderEliminar
  2. A mi me gustó Tula! pero las criticas constructivas siempre son buenas y nos ayudan a crecer.
    Beso grande!

    ResponderEliminar
  3. Buena manera la tuya de encajar una crítica tan demoledora, felicidades.

    ResponderEliminar
  4. jajaja canciones de pimpinela, que dura la tía. Bueno, tuve un profe al que tuve que abandonar después de leerme ¡2 veces! su libro. En todo caso la crítica, ya sabes, te ayuda a exprimirte y a crecer, eso si, no pierdas tu frescura que me encanta y hace que tus textos siempre sean reales y cercanos. Grande Tula!

    ResponderEliminar
  5. esperando un post sobre las reuniones y veladas (off the record) de los miembros de ese taller <3 Milady

    ResponderEliminar