martes, 29 de junio de 2010

Cat Eye Glasses

Hace ya un par de años que despertó mi interés por el estilo vintage, pero mi obsesión con las gafas vintage, en concreto por las Cat Eye, viene de mucho antes.
 
Por lo menos cinco años llevo recorriendo ópticas, preguntando por las benditas gafas Cat Eye. Cinco años aguantando reacciones de estupor, "¿pero de dónde ha salido esta chica tan rara? si esas gafas ya no se llevan, ¿por qué no compra unas Rayban-gafapasta y deja de dar la lata?". Cinco años pidiendo perdón a la salida por lo excéntrico de mis gustos...
 
Hasta que llegué a Madrid y descubrí el barrio de Malasaña, y más aún, la Óptica Toscana, en la calle Hortaleza. Aquello era el paraíso de las gafas vintage, y cientos, qúe digo cientos... ¡miles de Cat Eyes!. Por fin, tanto tiempo esperando ese momento, cuando ya pensaba que la única forma de poder tener mis Cat Eyes sería teletransportándome a la era de Marilyn.
 
Hallábame yo secándome las lágrimas de alegría, cuando volvieron a brotar de nuevo... al escuchar el precio...
Decepción. Tendría que comprarlas por partes: un cristal este mes, una patilla el mes que viene, y a finales de año las tendría. Pero al chico de Toscana no le pareció una buena idea; eran piezas demasiado exquisitas como para andar vendiéndolas descuartizadas cual vulgares pollos.

                                                          Tom Ford 
Y un mes que si me viene mal por el seguro del coche; otro, porque hay que renovar vestuario; al siguiente, nos vamos de viaje. Total, que han pasado dos años y sigo sin mis gafas. Ahora que por fin había decidido comprármelas, resulta que me doy cuenta de que se están poniendo de moda. Y yo otra cosa no seré, pero rejodía soy un rato largo, y basta que algo se ponga de moda para que a mí deje de gustarme. Toda la vida he huido de hacer, escuchar, vestir y comer lo que hacen, escuchan, visten y comen los demás. ¿Cómo, entonces, iba a diferenciarme yo si no?. Pero es que son tan bonitas....

Así es que ahora me encuentro en la disyuntiva de si debería satisfacer mi deseo, a pesar de correr el riesgo de parecer una simple pasajera más del alienado tren de las tendencias, o ser fiel a mis principios, negarme a comprarlas y ser infeliz de por vida (la autora se reserva el derecho de exagerar todo lo necesario para alcanzar el grado de dramatización deseado).

Como individuo absolutamente persuadible que soy, creo que lo mejor será reconocer que viajo en el mismo tren que todo el mundo, con el mismo origen, el mismo destino y la misma tarjeta VISA.
Uuuuhhhffffff.........
Mucho más tranquila ahora, sólo falta decidir el modelo. Que Zeus reparta suerte... y buen gusto!
 Gafas de Eyeglass Boy y Allyn Scura

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