Mañana se celebra en Madrid, por sexto año consecutivo, La Noche de los Libros. He leído el programa de actividades y tiene muy buena pinta. Os lo podéis descargar de la página madrid.org. La librerías harán un 10% de descuento en todas las compras, habrá más de 200 escritores repartidos por Madrid firmando libros, exposiciones, encuentros, debates, presentaciones, etc.
Yo, para ser original, y en mi línea, iré a Tipos Infames y que sea lo que Zeus quiera...
Y no se me ocurre una manera mejor de celebrar días de palabras, que escribiéndolas. Y hoy me habéis pillado inspirada, cosa rara últimamente...
Amigos, por Tula Malcriada.
Lo que más le impresionó fue la brisa fresca en un día tan caluroso como había sido aquél. Yo le había hablado alguna vez de mi paraíso y de su buen clima, pero aún así no se lo esperaba. Había llovido durante toda la tarde y la tierra desprendía un delicioso olor a humedad, las hojas de los árboles brillaban y en el aire flotaba una delicada neblina. La noche invitaba a silla, manta y conversación. Y a él le venía bien un poco de charla terapéutica, pues aún no habían cicatrizado sus heridas.
Era tarde y los dos estábamos cansados. Él había hecho un viaje largo y, además, la cena de amigos se nos alargó más de la cuenta. Habíamos dejado las dos camas preparadas antes de salir, para acostarnos y descansar en cuanto llegáramos. Pero no aprovechar una noche como aquélla hubiera sido un terrible desatino.
- No me importaría venir a pasar aquí mis últimos años de vida -dijo él mientras se arropaba con la manta.
- Ésa es la idea -repliqué yo con el desdén del que se sabe afortunado-. Ahora sólo me falta encontrar a la persona que quiera compartir conmigo este paraíso. -Y por un momento tu imagen se me vino a la cabeza, porque me cogió desprevenida, pero rápidamente la espanté de un manotazo.
Nos quedamos los dos en silencio, disfrutando de las vistas. La antigua estación de tren al fondo, y mucho más lejos, clavadas en el horizonte, parpadeaban sin ritmo las luces de los molinos.
- En noches como ésta, el abandono sabe menos amargo -susurró. Yo le compadecí.
De sus ojos brotaron un par de lágrimas discretas, contenidas, resignadas. Los cerró y pronunció lentamente su nombre, el de ella: Clara...
Yo cerré también los ojos, y casi sin darme cuenta, a traición, se me escapó tu nombre... el tuyo...
Derrotada, vencida por la evidencia, lloré por los pasos desandados, o quizás nunca dados. Así, en silencio, los dos os lloramos largo rato. Con rabia yo, con costumbre él.
Sin prepararlo, sin preverlo y sin pensarlo nos acercamos lentamente, sin decirnos nada, con miedo pero con decisión, ansiosos de piel nueva, prestos a hacer poesía con los versos rotos de nuestras almas.
Aquella noche fresca, y por unas horas, vuestros nombres murieron ahogados en un mar de besos azorados, hambrientos, vivos aún...
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Que paséis una feliz semana.